miércoles, 2 de junio de 2010

Laberinto lunático ilimitado


Caminaba confusa en una caverna caótica. Largas algas lilas colgaban a mi lado. Palpaba pegajosas paredes, primates peludos. Los monos malos se mofaban de mi miedo, me mordían, me metían maníes entre las mandíbulas ¡Malditos! En el alboroto me arrastraron, me arrojaron afuera de su ámbito.

Dolorida, desconsolada, descubrí un desagüe donde me deslicé despacio, deseando dar con la desembocadura. Era extraño, existía un “EXIT” en el enredo: ¿entelequia? ¿ensueño? ¿Invención? ¿ irrealidad?: no importaba: inmersa en ese insomnio que me inquietaba, intuí una invitación ideal.

Arranqué corriendo… Resbalé, rodé y muy raspada logré llegar al cartel. Recién ahí realicé con furia algo rarísimo: era un rincón sonoro, revoltijo de instrumentos inarmónicos; pero, arrancado el cartel , el lugar carecía de abertura.

Vi unos viajantes y, vacía de vigor, les pedí beber de su vino. Los viejos revolvieron

sus valijas, buscando bizcochos y bollos para convidarme. Los jóvenes me divirtieron con sus bromas y verborragia. Antes de disgregarse, los gurises grandes me dieron agua, que tragué agradecida y luego me hicieron girar hacia unas gradas.

Subí hasta la séptima sin saber salir de ese sitio. Naturalmente: nada, nadie, ninguno; un nudo nocturno.¿Quién quiere estar aquí?,quedándome quieta me quejé, quebrada. ¡Quítenme!

Hoy debo hacer cosas honrosas, me hostigaba. Tales pensamientos taladraban mi mente despistada, en tanto intentaba otro tramo.

Finalmente fui a dar fácilmente con unos fanáticos del fútbol. Desayunaban con uvas, habichuelas y sanduiches.-¿Uds. pueden ubicarme?- ululé con urgencia.

-¿Justo en junio? Jamás-, dijeron jocosos, joviales, alejándose jugando, en jarana con sus jeringas, jugos, jamones y jarras.

Obnubilada, ojerosa, obsesiva, olvidaba lo obvio en esa ocasión. Oré. Oí el oráculo que me orientó a la orilla oxigenada. Yacía allí un yacaré. ¡Auxilio!

A un kilómetro, un kayac con una Winchester, un whiskey y un walkman. Zumbido.

Zumbada, zarpé de la zona, como una zonza, sin zapatos. No zozobré.