martes, 24 de agosto de 2010

Escondite peligroso


Estaban todos conmovidos por la muerte súbita de abuela Yaya. La velaban arriba, en su cama. Nadie me iba a buscar, así que apenas vi venir a la Vieja disparé. Me sentía demasiado triste. No soportaba la idea de ese encuentro.

La sala estaba vacía, en penumbra. No lo dudé. Me metí debajo de una bergère. Desde mi escondite, podía escuchar los murmullos de las visitas que venían a dar el pésame. Antes de subir, se reunían en el hall. Mis primos mayores, nerviosos, camuflaban alguna risa. Me mortificaba que todos esos zapatos acordonados y botas brillantes estropearan las baldosas en damero de la entrada. Mis baldosas. Las de mi rayuela. Donde jugábamos con Yaya.

De pronto escuché pasos por detrás. Solté la pollera del tapizado que me permitía espiar sin ser vista. Sentí que el asiento se hundía. Los resortes rechinaron en mi oído y mi cabeza quedó a pocos centímetros de las tiras que lo sostenían. Me aplasté contra el piso, que olía a cera.

Solo podía ver los tacos de los zapatos. La delataron antes que emitiera una sola palabra. Era la mismísima tía Hilda. Justamente de quien yo me escondía. La prima mayor de Yaya. “Brujilda”, como la llamaba mi hermano. Renga de nacimiento, usaba un zapato con una plataforma altísima para compensar su pierna corta.

Contuve la respiración. Lo que me faltaba era que me descubriera allí abajo. No quería ni pensar las maldades que me podría decir. Todos los primos le teníamos pavor. Hasta los grandes. Todos en algún momento habíamos recibido algún bastonazo. También, sus pellizcos en las mejillas, ay qué rica/o está… retorciendo cada vez más, hasta dejarnos marcados. Por supuesto, después agregaba: igualita/o al tío Calote ( que era el hombre más espantoso de la familia). Todos habíamos sido blanco de sus burlas: ¿ Nene, a ti, en el colegio, te dicen Pinocho? Por la nariz, digo…. ¿Y a esto llamas un dibujo, nenita?...¡Este es Einstein, eh! ¡Dos por cuatro te pregunté, nene, eh!… Nenita,¿y tu, todavía te haces pichí ?...

Lo que más nos impresionaba a los menores, era la impunidad de la vieja. Nadie le hacía frente. Ni siquiera los de carácter fuerte de la familia, como mi padre, mi abuelo, o Yaya. Todos le perdonaban sus groserías, como que el haber nacido renga y fea le diera derecho a decir barbaridades. Mis primos Coco y Tato tenían una teoría: que ella sabía un secreto familiar que los adultos temían que divulgara. Y que ella los chantajeaba descargándose con nosotros.

Escuché pasos débiles. Pero no eran tacos de mujer. Seguramente sería el vecino de la vieja, ese de voz aflautada, el único que andaba siempre al lado de ella.

¡Ay, Hildita, estaba acá, me tenía nervioso! ¿Qué hace en la oscuridad?

Nada. Las flores me marean. Además, arriba están rezando el rosario. Y al Padre Sánchez no lo soporto. Siempre insistiendo con que vaya a misa ¡Y bien sabe que yo no necesito del de arriba, ya se lo dije también!

Pero, Hildita. ¡Dios me libre!¿Se lo dijo? ¡No!

Mira, m’hijito, no me vengas, eh? Desde cuándo te crees con derecho?

No, Hildita, si Ud. sabe que yo sería incapaz…

¡Sí, claro, a mi no me vas enfrentar, mariquita, eh!

Por favor, no me diga así, Hildita, me pone mal…

¡Bueno, no me cuestiones! Dime; a la que no vi fue a la nena de Francisco.

Yo tampoco. ¿Qué raro, no? Porque los otros nietos están todos, hasta la más pequeñita. Y la niña de Francisco y Juliana era muy apegada a la abuela ¿verdad?

Sí, eso sí que es raro.

¿Por qué?

Porque esa nena no es nieta de mi prima.

¿Cómo?

Pero ¿no entiendes? Esa nena es criada. La encontraron en una tinaja en la cocina de la estancia. Es hija de una sirvienta que se fue con un tropero.

Ay, Hildita,¡qué horrible! y ¿la niña no lo sabe?

Ni se lo van a decir. Pero ya se nota, eh! Ese cabello chuzo no es de la familia. Igual ella ni se va a dar cuenta, es media boba esa nena. Bueno, a ver ayúdame a levantarme, deben de haber terminado el rosario.

………………………………………………………………………………………..

¿Qué dice? No la escucho, Hildita.

Que sigas caminando y no mires para atrás.

¿Porqué?

¿Porque ahora nomás va a salir la nena del escondite debajo del sillón de la sala. Llorando, supongo.

¿Estaba allí?

Claro.

¿Entonces, Ud…?

Sí, fue a propósito. Y puro cuento. Invento de radionovela. Hasta tu te lo creíste. Me hizo gracia tu cara.

Pero, Hildita qué horrible.¿No le va a contar la verdad?

De ninguna manera. Se lo merece por esconderse de mi. ¡Atrevida! Y tu, ojo con hablar. Y basta con Hildita, pesado. ¡Hilda! ¿Oíste?