viernes, 7 de mayo de 2010

Sábado de Gloria


¿Un 12 o un 11?. No coincido con eso de retacear la nota al principio del año. 12; el trabajo está perfecto. Puse la carpeta sobre la pila, alegrándome por la última corrección de la semana. Cada vez me costaba más cumplir con esa tarea. Se me acumulaba el trabajo. Me había pasado la vacación entera corrigiendo. No quería ni pensar lo que me esperaba para el resto del año. Me desperecé y, moviendo la cabeza a uno y otro lado para aflojar la tensión en la nuca, fui a prepararme un café. La cafetera vacía. El paquete también. ¡Qué fastidio!

Había parado de llover y un arco iris brillante enmarcaba la cúpula de la iglesia. Las plantas de la terraza, mis anemómetros, estaban quietas, con gotas translúcidas aún prendidas de sus hojas. Decidí bajar a la Rambla. En “Moreno” me sentaría a tomar un café con tarta de manzana y canela. Más tarde visitaría a mamá y luego pasaría por el supermercado a completar lo que faltaba para el almuerzo de Pascuas, en que esperaba a mis dos varones. Me pregunté cómo habrían pasado la tormenta en la excursión de pesca. Pero no estaba demasiado preocupada, eran buenos navegantes.

Al bajar las persianas, noté que el señor de enfrente a quien yo apodaba íntimamente “el intelectual”, no se encontraba en su posición de costumbre: sentado a su escritorio, escribiendo, con los lentes puestos, el cigarrillo humeando en el cenicero.

En el lugar del portero de la tarde, había una mujer alta, fornida, desconocida para mi. Cuando iba a preguntarle por Ariel, entró corriendo la chica del quinto piso, sin mirarme, atropellándome en su impulso para alcanzar la puerta abierta del ascensor. Qué mal educada, pensé, y salí rápidamente para no cazarme un mal humor.

La temperatura de la tarde era ideal y se respiraba un aire nuevo, como que la lluvia y el viento hubieran barrido todas las malas ondas. Me sentía en paz, liviana, dispuesta a disfrutar al máximo de mi Sábado de Gloria. Recuerdo que bajaba por Avenida Brasil, tarareando bajito una tonada de Jesucristo Superstar, cuando algo extraño en el ambiente me obligó a callar. Todavía puedo sentir, sin demasiado esfuerzo de memoria, el erizamiento que me recorrió repentinamente de la cabeza a los pies. Miré a mi alrededor, tratando de entender la causa de ese pavor intruso, pero no había nadie, ni nada que lo ameritara. Al contario, todo parecía estar en calma. Bien de Semana Santa: no hay nadie en Montevideo, pensé. Una ciudad fantasma; en la Rambla habrá más movimiento.

El sacudimiento, no obstante, me quitó de un plumazo la sensación placentera que venía disfrutando. Los malos pensamientos, que estaban agazapados, surgieron todos de una vez. ¿Esto será lo que llaman ataque de pánico? me pregunté. ¿Y si me siento mal, a quién le pido ayuda?

Seguramente fue eso lo que me obligó, en ese preciso instante, a buscar una cara amable, de Buena Samaritana. En la acera de enfrente, una gordita, petisa, de tacos altos, leía el cartel de la confitería: Cerrado por Licencia. Seguramente estaría con bronca, por no poder endulzar su vida. No me sirve.

Seguí caminando, haciéndome la distraída, como que no miraba a la gente. Pero sí la miraba. En la esquina, una rubia de jogging ajustado y musculosa corta consultaba la hora como esperando a alguien. No.

En la cuadra siguiente, tres chicas, inmersas en su mundo adolescente, se interrumpían. Reían. Se palmoteaban. El prójimo no existe.

En la esquina con Berro noté que, si bien no me había sucedido ninguna cosa grave, aún tenía esa piel de gallina, como un frío interno que no condecía con nada. Persistía la sensación de intranquilidad, de algo amenazante, extraño, que no me podía explicar.

¿Quizás un Buen Samaritano? Se me ocurrió que probablemente un hombre podría socorrerme mejor si me sintiera a punto de desmayar o algo así. Entonces vi entrar a un edificio a un grupo de señoras, muy arregladas, como para tomar el té. Más allá, dos mamás charlaban con los carritos rosados enfrentados. Una viejita y su acompañante cruzaban en los semáforos, a paso de tortuga. Tres mendigas pedían limosna. Está bien. Dicen que somos siete mujeres por cada hombre en el Uruguay, pero ¿ni uno solo? Estadísticamente no es posible que no haya visto NI UNO en todo el trayecto.

Fue en ese momento que caí. NO HABIA HOMBRES. No podía asimilar ese concepto. Entré al “Moreno” como una sonámbula, pechándome con las primeras mesas ocupadas por mujeres de diversas edades. La moza me trajo un café cargado y una soda. Saqué una aspirina de mi cartera y me la apuré con todo el vaso de agua. El café lo fui tomando de a sorbitos, pestañeando entre sorbo y sorbo, con el deseo de que en alguna vez, al abrir los ojos, apareciera un hombre. Blanco, negro, asiático. Cualquier hombre. Cero exigencia. Pero no.

En la Rambla paseaban chicas tomando mate, otras caminaban enchufadas a sus aparatos de música. Había mujeres ciclistas, mujeres al volante, mujeres gordas, mujeres flacas, mujeres rubias, mujeres morochas, mujeres castañas, mujeres con caras simpáticas, mujeres avinagradas… ¡mujeres, mujeres, mujeres! ¿Dónde están los hombres de estas mujeres?¿ Maridos, hermanos, hijos , novios? ¿Qué ha ocurrido?¿Dónde estarán los míos?

Totalmente desencajada, pagué la cuenta sin contestarle a la moza, que no paraba de preguntarme si me pasaba algo. Detuve un taxi y mecánicamente le di mi dirección a la conductora. –Es cerca-, me dijo. Y agregó como para hacer conversación:- Está lindo el café “Morena”, ¿no?-

-Apúrese, no me siento bien,-repliqué.

Apenas llegué a casa marqué el número de mi sociedad médica. Atendió la voz aguda de la contestadora: -Si conoce la habitación, digítela ahora. Si desea comunicarse con la cantina digite 1; por reserva de horas, 2; ginecología, 3; psiquiatría,4; fisioterapia, 5;imagenología, 6. Si desea comunicarse con una sección que no sea género femenino, (ejemplo: laboratorio), disque 0 y será atendido por nuestras operadoras a la brevedad.

Digité 4.

6 comentarios:

  1. Ya lo habñia leído, y ahora me doy cuenta porqué lo de digitar 4...

    jeje Soy un tanto lenta Ceci!
    :)

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  2. jaaa más vale ser lenta que digitar 4!!Gracias por tu visita suequi!:)

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  3. Muy muy bueno! Sos original y creativa. :-)

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  4. gracias por tus comentarios Anne Blanche!
    besos

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  5. ¡Qué bueno, Ceci! Me vine a leer lo más viejo porque es lo que no conocía y... qué ggratísima sorpresa. Impecable y como bien te mereces...
    ¡Aquí te apareció un hombre AL FINNN! JA JA JA

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  6. Q bueno Arturo!Quizás pueda dejar de digitar 4!jaa Esto lo escribí cuando iba al taller de Gabriela O del q hablamos el otro día.
    abrazo

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